La manifestación más hermosa, a la vez que poderosa, de la divinidad entre nosotros se produce con lo que denominamos milagros. ¿Pero qué es realmente un milagro?, ¿y por qué se producen?, ¿Cuál es el secreto que entrañan?.
Bien, doy por sentado que todos conocen historias que refrendan tales hechos extraordinarios. Traigamos a la memoria aquellas alucinantes hazañas realizadas por personajes tan elevados como Martín de Porres, Buda, Krishna, Pedro, Juan, Pablo, Mahoma, entre otros. Pero el gran hacedor de milagros es sin duda el gran maestro Jesús.
Extraordinarios son, y digo son que no fueron, porque estas hazañas fueron realizadas con la finalidad de que quedaran establecidas como faros, que iluminen la costa hacia la que debemos dirigir el navío de nuestro espíritu en los momentos en que se desaten las tempestades de nuestra mente, para que así no encallemos y naufraguemos en nuestra enconada búsqueda de la Verdad que nos libere.
El Maestro Jesús fue capaz de sanar a los desahuciados, caminar sobre las aguas, tornar el agua en vino, multiplicar los panes, expulsar demonios, calmar las tempestades, pero por encima de todo, su capacidad para resucitar a los muertos.
Obviamente, para la mente estos hechos obedecen a lo sobrenatural, y por tanto le son muy difíciles de asimilar. Sin embargo, el espíritu cuenta con una herramienta que aún sin haber sido testigo de tales hechos, le indica que los mísmos se produjeron. Esta herramienta es la fe, que no debe ser confundida con la voluntad mental de creer con ahínco en algo, lo que nos conducirá al error y en ocasiones a la fatalidad de cometer disparates, aún con el convencimiento de que obramos correctamente.
La fe es la llamada del espíritu hacia valles frondosos en los que brillan la paz y la armonía. La fe no obedece a impulso físico alguno, es una poderosa energía espiritual que nos moviliza en el camino de la Verdad. El verdadero hombre de fe sabe cual es su camino, aún sin contar con pruebas palpables. Sigue ese camino con determinación, y sin saber por qué extraña razón, sigue adelante aún cuando la duda mental le asalte.
El príncipe de este mundo es la mente, y sus guerreros más fieros son los pensamientos que nos embargan en la duda. Desde que tomamos carne, nuestro espíritu vive subyugado y esclavizado por este despiadado monarca, que bajo ninguna circunstancia permite que ninguno de sus esclavos se libere de las cadenas que lo oprimen. Desde luego que este es un reino hecho a su medida. Es el ilusionista que nos introduce en un sueño que ha veces se torna en oscuras y delirantes pesadillas.
Sin embargo, grandes y extraordinarios maestros ascendidos han descendido a este mundo para que nosotros, espíritus esclavizados por un despiadado monarca, nos levantemos en revuelta de Luz contra el tirano. Estos maestros son los revolucionarios que el desalmado príncipe ha intentado destruir, para acallar así a las multitudes espirituales que se habían rebelado contra su tiranía.
El tirano mental ha sufrido ya, sin saberlo, una grieta entre sus filas, que permita para siempre que unos pocos rebeldes reconocedores de la Verdad encuentren el camino de la libertad. Los milagros como tal no son otra cosa que concreciones energéticas realizadas por un conocedor de la Verdad. ¿Y se preguntarán que es la Verdad?. Pues bien, cuando un espíritu se ha elevado en consciencia escapando de los extremos energéticos que le oprimían, el silencio del espíritu se apodera de él conduciéndole a cotas donde las cualidades divinas le son reveladas para establecerse.
Esto puede ocurrir en un segundo como en eones, la diferencia estriba únicamente en la fe. Así el más elevado entre los espíritus contará con una cota de fe mayor que el resto. Esta es la diferencia entre manifestar una concreción energética en mayor o menor medida. El milagro es producto de la fe, y en la medida en que la poseamos, seremos capaz de obrar.
Toda la Creación es una concreción energética que toma diversas formas físicas, pero en el fondo es pura energía creadora. Para el espíritu que la reconoce desde una óptica mucho más amplia, se vale de la misma para su obra. La energía no es estática, es factible de ser transformada, de hecho toda la Creación se halla en continua transformación. Nada muere como tal, sólo se transforma.
Para el maestro Jesús, el obrar un milagro no suponía ninguna dificultad, pues tan sólo transformaba o transmutaba las vibraciones energéticas para que la concreción derivada físicamente fuera de su agrado.
Él estableció que estos prodigios podríamos realizarlos nosotros si tuviéramos fe...
"Si tuvierais fe, prodigios más grandes que éstos realizaríais...le diríais a aquella montaña, ve de aquí a allá y así lo haría..."
Para obrar milagros o transmutación de las vibraciones hemos de escapar de los extremos de este mundo, así como amarrar la mente que nos turba y entorpece. La meditación contemplativa sigue siendo el camino más corto y directo hacia tal fin. El que se entrega y no espera recompensa alguna derivada de sus acciones se encuentra. Con el encuentro viene el reconocimiento. Con el reconocimiento surge la Cualidad. Con la Cualidad se alcanza la Verdad. Con la Verdad se propone la Sabiduría. Con la Sabiduría la fe se exacerba. Con la fe se moviliza la Creación...
Hago referencia a este párrafo: "Sin embargo, grandes y extraordinarios maestros ascendidos han descendido a este mundo para que nosotros, espíritus esclavizados por un despiadado monarca, nos levantemos en revuelta de Luz contra el tirano. Estos maestros son los revolucionarios que el desalmado príncipe ha intentado destruir, para acallar así a las multitudes espirituales que se habían rebelado contra su tiranía."
ResponderEliminarMe parece que los maestros vinieron para traer paz y amor. Sobretodo amor, porque como dice en corintios 13, 1-13, la idea está muy clara.... Sin amor no somos nadie ni nada.... aunque movamos montañas. El odio y rencor nos engaña.
El amor espiritual cura todo.
:)
Buenas tardes Jenny, estoy completamente de acuerdo contigo en que sin amor no somos nada, sin embargo, el extracto al que haces referencia es una metáfora sobre la ilusión de la carne que vivimos, la mayor parte de nosotros, como cierta. Recuerda las palabras de Jesús..."...mi Reino no es de este mundo...", en clara alusión a la Realidad espiritual que subyace en toda la Creación. Jesús nos traladó la certeza de un Padre que nos hermana a todos por iguales, e hizo el sacrificio por amor de descender a la carne para mostrarnos el camino.
EliminarSin embargo en la Luz existen muchas manifestaciones de la Realidad espiritual, así habrá ángeles guerreros que estén presto a la liberación de los oprimidos, así como los consoladores de aquellos que sufren. Pero en todas estas manifestaciones, el amor es la bandera única a enarbolarse en pro de la justicia.
Gracias por el comentario Jenny
siempre creee en jesus porque jesus es salbador
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