Muchos son los que buscan libertad pero tan solo unos pocos los que alcanzan siquiera a otear tal condición. La libertad por más que la busquemos no acelerará en modo alguno su encuentro, sino que cuando las circunstancias vibratorias de nuestro espíritu sean las adecuadas, será entonces y solo entonces que ésta nos saldrá al paso.
¿Pero qué es realmente la Libertad?. En este punto tenemos que diferenciar con claridad la mal llamada libertad cuando nos referimos a aspectos de nuestra vida carnal y por ende mental, y la Libertad en términos absolutos cuando nos referimos al Espíritu.
El Maestro espiritual es conocedor de la Verdad y El Camino y, de esta manera, goza de Libertad aún estando sujeto a este mundo, por esto no se ata en modo alguno a las distintas manifestaciones vibratorias de un mundo más grosero que le es ajeno por condición. Hace pero sin hacer, da pero sin dar. El Maestro es Libre porque no espera recibir por aquello que hace o deja de hacer, luego nada hay que lo ate a este mundo.
Si queremos alcanzar la Libertad debemos obrar sin esperar nada a cambio por nuestras acciones, cuando lo normal en este mundo viene siendo lo contrario y por esto siempre nuestras acciones son vibraciones que se mueven con un camino de ida y otro de vuelta. Este es el ciclo universal del karma. Ahora bien, si obramos renunciando al fruto de nuestros actos en Verdad y sin poner atención en ello, es entonces y sólo entonces que la Libertad empezará a otearse en el horizonte.
La Libertad obviamente viene de la mano del crecimiento espiritual, donde nuestras vibraciones van acompasando la aparición de la misma en nuestras vidas. Tomemos entonces tiempo para el reconocimiento de nuestra naturaleza espiritual. Cerremos los ojos y abandonemos toda acción física o mental sin reaccionar a cualquier estímulo que pudiera desviarnos de nuestro propósito. En el silencio del autoreconocimiento está la chispa que prenderá la hoguera del crecimiento venidero.
Todos somos exactamente iguales, así el Maestro observa a sus hermanos como sus iguales y por ende los ama. Un Maestro se muestra cercano con sus hermanos que perdidos deambulan por un mundo mental que les lleva continuamente en un movimiento pendular de la alegría a la tristeza, de la euforia a la depresión... y al gozar del conocimiento del por qué de todo lo que acontece a su alrededor se apiada y siempre está presto a mostrar el Camino que nos conduzca a la Libertad.
No busquemos maestros que nos obnubilen con sus extraordinarias obras y que gozen de una enorme popularidad, porque el Maestro de Verdad se mostrará en la simpleza y la cercanía para con sus hermanos a los que ama como tales sin trepar a las alturas de la autocomplacencia y la divinidad. No equivoquemos maestro con Maestro porque la grandeza del espíritu se manifiesta en términos que en muchos casos le son ajenos a la mayoría que se deja encandilar por brillos superfluos.
Para crecer hay que alimentar la llama del espíritu a través de la meditación contemplativa. Se hace necesario dirigir la atención hacia el interior obviando los estímulos carnales y mentales que nos mantienen ajenos a nuestra verdadera naturaleza. Con la práctica contemplativa iremos sorteando etapas en las que con el reencuentro interior iremos ganando en Libertad, lo que irá ineludiblemente de la mano del reconocimiento de aquellos que nos rodean como una parte más de nuestro Ser.
El Maestro vive libre como un pájaro aún cuando las apariencias de la carne y la mente le mantengan sujeto a este mundo, pues habiendo trascendido el karma, ¿qué hay en Realidad que le encadene...?
¿Pero qué es realmente la Libertad?. En este punto tenemos que diferenciar con claridad la mal llamada libertad cuando nos referimos a aspectos de nuestra vida carnal y por ende mental, y la Libertad en términos absolutos cuando nos referimos al Espíritu.
El Maestro espiritual es conocedor de la Verdad y El Camino y, de esta manera, goza de Libertad aún estando sujeto a este mundo, por esto no se ata en modo alguno a las distintas manifestaciones vibratorias de un mundo más grosero que le es ajeno por condición. Hace pero sin hacer, da pero sin dar. El Maestro es Libre porque no espera recibir por aquello que hace o deja de hacer, luego nada hay que lo ate a este mundo.
Si queremos alcanzar la Libertad debemos obrar sin esperar nada a cambio por nuestras acciones, cuando lo normal en este mundo viene siendo lo contrario y por esto siempre nuestras acciones son vibraciones que se mueven con un camino de ida y otro de vuelta. Este es el ciclo universal del karma. Ahora bien, si obramos renunciando al fruto de nuestros actos en Verdad y sin poner atención en ello, es entonces y sólo entonces que la Libertad empezará a otearse en el horizonte.
La Libertad obviamente viene de la mano del crecimiento espiritual, donde nuestras vibraciones van acompasando la aparición de la misma en nuestras vidas. Tomemos entonces tiempo para el reconocimiento de nuestra naturaleza espiritual. Cerremos los ojos y abandonemos toda acción física o mental sin reaccionar a cualquier estímulo que pudiera desviarnos de nuestro propósito. En el silencio del autoreconocimiento está la chispa que prenderá la hoguera del crecimiento venidero.
Todos somos exactamente iguales, así el Maestro observa a sus hermanos como sus iguales y por ende los ama. Un Maestro se muestra cercano con sus hermanos que perdidos deambulan por un mundo mental que les lleva continuamente en un movimiento pendular de la alegría a la tristeza, de la euforia a la depresión... y al gozar del conocimiento del por qué de todo lo que acontece a su alrededor se apiada y siempre está presto a mostrar el Camino que nos conduzca a la Libertad.
No busquemos maestros que nos obnubilen con sus extraordinarias obras y que gozen de una enorme popularidad, porque el Maestro de Verdad se mostrará en la simpleza y la cercanía para con sus hermanos a los que ama como tales sin trepar a las alturas de la autocomplacencia y la divinidad. No equivoquemos maestro con Maestro porque la grandeza del espíritu se manifiesta en términos que en muchos casos le son ajenos a la mayoría que se deja encandilar por brillos superfluos.
Para crecer hay que alimentar la llama del espíritu a través de la meditación contemplativa. Se hace necesario dirigir la atención hacia el interior obviando los estímulos carnales y mentales que nos mantienen ajenos a nuestra verdadera naturaleza. Con la práctica contemplativa iremos sorteando etapas en las que con el reencuentro interior iremos ganando en Libertad, lo que irá ineludiblemente de la mano del reconocimiento de aquellos que nos rodean como una parte más de nuestro Ser.
El Maestro vive libre como un pájaro aún cuando las apariencias de la carne y la mente le mantengan sujeto a este mundo, pues habiendo trascendido el karma, ¿qué hay en Realidad que le encadene...?
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