La indecisión no es otra cosa que el desconocimiento del camino como una Realidad inherente a todo individuo. Si desconocemos el Camino fruto del reconocimiento interior, jamás seremos capaces de identificar el sendero a recorrer en su justa y óptima medida.
Por esto es que tropezamos una y otra vez porque aunque nuestra mente esté optimizada para un perfecto raciocinio de la situación, en verdad que la interpretación de la misma será limitada, en tanto en cuanto no alcanza a estados vibratorios ajenos a este plano.
La brecha que se abre entre la razón y la intuición es grande para aquellos que comenzamos a interesarnos por otras realidades. Esto genera una gran inquietud interior que revoluciona por completo el estrecho margen de maniobra establecido por la mente otrora.
Son estos delicados momentos los que experimenta una gran parte de la sociedad actual, que carente de ciertos valores, se siente vacía y defraudada por las aparentes realidades establecidas. Ahora es el momento óptimo para el despertar interior. Momento en el que unos pocos conduzcan a muchos por el Camino.
En el pasado muchos maestros vinieron a establecer pautas de comportamiento y ritos estrictos para el encauzamiento del espíritu, dado el precario estado vibratorio que experimentaba el conjunto terrestre. Esto ya no es válido. Las irritantes y estrictas leyes de comportamiento ya no son válidas para estos tiempos en que el espíritu busca reconocerse como parte integrante de un Todo.
Es tiempo donde el hombre debe gozar de libertad de maniobra para reencontrarse consigo mismo, aún a riesgo de equivocarse. ¿Pero que importancia tiene el error más allá del aprendizaje consiguiente?. Nadie debe someterse al rigor de un maestro, ni rendir pleitesía en modo alguno. Los tiempos de la adoración y la sumisión han pasado. Es el momento en que usted debe ser su propio maestro.
La automaestría es el camino para esta nueva humanidad que debe mirar hacia sí mismo antes de emprender paso alguno. Quien se encuentra se reconoce como un ser indivisible parte de una Realidad sublime y manifiesta donde nadie escapa a la corriente evolutiva del Río de la Vida.
Seamos nuestros propios maestros. No establezcamos reglas rígidas y limitantes. ¡No!. Mire hacia usted mismo y observe con detenimiento el acontecer de sus propias vibraciones. Sea consciente de que por más que busque jamás encontrará, ya que sólo cuando se produzca una actitud de rendición movida por una atención espontánea y natural establecida en nuestro propio espíritu, se producirá el encuentro.
Recuerde que es absolutamente necesario que pongamos la atención en el espíritu y no en las apariencias que lo distorsionan. Así que meditemos y reconozcamos nuestra naturaleza interior como maestros que somos en esencia.
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