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sábado, 14 de enero de 2012

EL CIELO Y EL INFIERNO - ESTATUS DEL ESPÍRITU.

   Cielo e infierno siempre han sido dos términos muy recurrentes, pero ¿realmente sabemos lo que son cuando nos referimos a ellos?, ¿o por el contrario se trata de una mera expresión coloquial?. Bien, sea como sea, vamos a intentar indagar en ello.
   La Creación está dispuesta de manera que todos los espíritus tengan que pasar por la experiencia de la carne para su evolución. La Reencarnación es el vehículo que conduce a éstos por los senderos de la evolución. Pues bien, vamos a intentar desmitificar los términos cielo e infierno.

  • EL INFIERNO.
   Las reencarnaciones de todo espíritu sobre la Tierra suponen un terrible trance para éstos. Y simplemente porque, para entendernos, imaginen intentar introducir un perro dentro de una botella...¿resulta casi imposible verdad?. Pues bien, supongamos que esto fuera posible, ¿se imaginan el dolor que esto supondría para el cánido?. Con esto sólo quería de manera metafórica hacerles entender de a que renunciamos cuando reencarnamos.
   El dolor es intenso para el espíritu, puesto que renuncia voluntariamente a su Libertad del plano espiritual donde no existen las limitaciones, y efectúa un ejercicio de sacrificio por conseguir créditos para el ascenso.
   Más que la vida es la muerte, dado el dolor que se padece. Sobre todo los primero días en los que el espíritu invade el embrión escogido para su vida terrena.
   Esto es sin lugar a dudas el infierno. Sí, la vida carnal es el infierno del espíritu. Aquí encarnamos una y mil veces para saldar el karma que hemos generado en el pasado. Vivimos sujetos a todo tipo de limitaciones, sujetos a padecer enfermedades y todo tipo de penurias.
   ¿Podría existir un destino más desgraciado para el espíritu que goza de libertad y bienestar, ajeno a cualquier padecer cuando se haya desencarnado?.
   Así seguiremos sufriendo el pago de nuestras cuitas contraídas, hasta que quedemos libres como resultado de nuestro ascenso espiritual.
   Sin embargo, existen casos en los que un Espíritu elevado debe hacer el sacrificio de encarnar en la Tierra para realizar una tarea determinada, aún cuando había quedado antaño libre de la carne para siempre. Esto es un acto de sacrificio terrible para un ser de tal elevación. Y volviendo al símil anterior, en este caso se trataría de introducir un elefante en una botella. Es desesperanzador y requiere de una entrega y amor mayúsculos, propios de tan excelso ser.
   Es notorio que la elevación es directamente proporcional a la libertad, luego a más elevado más libre y amplio será el espíritu en su manifestación.
   Este es el caso de grandes espíritus que han encarnado entre nosotros en momentos puntuales de la historia para, de manera solidaria, mostrarnos el camino y la Verdad.
   Existe otro espacio que podríamos considerar como infierno, y es el de las almas que se hayan en estado de entorpecimiento en un entreplano entre éste y el del espíritu. Esto se entiende, puesto que aún no gozan de la libertad del espíritu, ya que siguen sujetas a una irrealidad de encarnación, aún cuando han desencarnado.
   Concluyendo, no existe un infierno donde las almas se consuman eternamente como viene descrito en el antiguo testamento y otros pasajes religiosos. Es aquí y ahora que estamos en ese infierno, presa de los sentidos que nos ciegan y embrutecen condicionando nuestra percepción de la Realidad. Donde cada espíritu tendrá su propio infierno adecuado a las circunstancias.

  • EL CIELO.
   Las almas que por fin en su evolución alcanzan el estatus de no encarnado de manera perentoria, son partícipes de su inclusión en una nueva etapa en la Luz.
   Esto produce que el espíritu tome consciencias más elevadas, de manera que perciba realidades mucho más profundas y sutiles. Realidades que se escapan a la comprensión limitada de nuestras mentes.
   El cielo es pues esta posición en la luz que alcanza aquel que ya ha escapado a la reencarnación.
   Así mismo, existen muchos cielos o escalas en la luz. Por  tanto, más que cielo, sería conveniente denominarlo como "Los Cielos".
   Existen tantos cielos como almas en la luz. Puesto que cada espíritu goza de su propio estatus evolutivo. En la cúspide de los cielos se haya El Creador, la fuente de la que partimos para volver llenos de luz.
   Mediten sobre ello, porque siempre hemos de mirar hacia arriba, hacia los cielos, pues ahí arriba está fijado nuestro destino.
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