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domingo, 29 de abril de 2012

ABRIR LA PUERTA DEL ALMA PARA INTERPRETAR LA REALIDAD

 
 
   En estos tiempos abundan por doquier los buscadores que, de una manera u otra, han rescatado retazos de la Realidad. Sin embargo, ¿es correcta la interpretación de la misma?, ¿y en caso de que así fuera, cómo estaríamos seguros de ello?. Pues bien, sólo si el canalizador que interpreta el mensaje o "visión" de la realidad se encuentra en un estado vibratorio de equilibrio energético, el acercamiento a la Verdad será más certero.

   ¿Y qué es ese equilibrio interior y cómo se obtiene?. Dando por hecho, que todos somos ya conscientes de que por cuanto nos rodea es energía vibratoria, así igualmente somos nosotros. Todo es energía, todo vibra de esta suerte, interactuando unas tendencias vibratorias con otras en un intercambio que moviliza toda la Creación.

   Y esto sólo es posible entenderlo en esencia a través de la meditación contemplativa, lo que nos adentra en el silencio reconocedor de la Verdad que subyace a toda manifestación carnal o mental. La sutileza vibratoria escapa casi por completo a los ojos del individuo, por obedecer ésta a impulsos vibratorios ajenos al espectro visible del ser humano. Por tanto, no es posible "ver" otras dimensiones vibratorias por ser más elevadas, ni interpretarlas  mentalmente.

   Por esta causa, los buscadores que hacen sus primeros y vagos descubrimientos de la Realidad, se apoyan en ciertos rituales y liturgias que le permitan interpretar los designios de otras dimensiones. Más adelante, comienzan a fundamentar ciertos principios mentales que agudizan la interpretación de estas señales vibratorias. Pero no se acercan, ni mucho menos, a la Verdad hasta que trascienden estos medios limitados y pobres y ahondan en el espíritu.

   El espíritu obedece a la infinitud de la Creación por ser parte indivisible de ella, por lo que es un medio seguro para alcanzar una mayor cota de Realidad en la interpretación de lo que acontece en otras esferas que doten de sentido al conjunto. Esto no quiere decir, ni mucho menos, que toda tendencia espiritual conduzca a la Verdad. ¡No es así!. Sólo hay un camino, un único sendero de Realidad, donde la Verdad se muestra luminosa y certera, y para llegar hasta la misma hemos de afinar el instrumento que nos sirve de canal interpretativo.

   El espíritu precisa de atención, sin embargo, ésta no debe ser forzada por la voluntad o sometida por la práctica ascética, mística o fanática. Debe surgir la espontaneidad y la naturalidad que son reflejos de la libertad con la que debe contar el instrumento espiritual para alzarse a esferas de Realidad más excelsas. La rigidez debe quedar aparcada ya en el olvido, para que la flexibilidad tome forma en nuestras manifestaciones vibratorias.

   De esta manera, el meditante comienza a observar de una manera flexible y natural el discurrir de las vibraciones y las tendencias de las mismas. Debe contemplar sin reaccionar ante la manifestación de muy variados colores vibratorios que le pueden impulsar en un sentido u otro. Esto ocurre por asociación como hemos visto en anteriores artículos, es decir, todas las vibraciones energéticas se mueven retroalimentándose de focos vibratorios semejantes. Lo que produce una tendencia que se mueve libremente por  toda la Creación.

   Para que esto no ocurra y seamos presa de una tendencia que nos es afín por ser nuestras vibraciones semejantes en colorido y naturaleza, debemos buscar afinar nuestro interior. Esto requiere de un proceso previo de establecimiento de un equilibrio que nos dote de una base sólida sobre la que apoyarnos en nuestra práctica interpretativa de la Realidad.

   La interpretación o canalización o mediumnidad, necesita de un establecimiento de equilibrio sutil vibratorio del individuo que se preste a tales tareas. Pues si esto no fuera así, caería presa de verdades a medias, por mediar en el mensaje interpretativo asociaciones vibratorias discordantes o adulterantes de la esencia de la Realidad en sí misma.

   De esto se deduce, que hasta que el equilibrio no se establezca de una manera natural en nuestro ser, aquello que interpretemos llevará, en mayor o menor medida, un desvío del virtuosismo de la Verdad.
Debemos apelar a establecer en nuestros hábitos la moderación para que las vibraciones de nuestro sistema sutil se asienten y los chakras se muestren ágiles en su movimiento, permitiendo un discurrir más efectivo de las energías motores de nuestro ser.

   La atención contemplativa debe estar en el interior antes de dirigirla hacia el exterior por no estar preparados para ello aún. Les digo, que hasta que no alcancemos el equilibrio, aquello que busquemos afuera no obedecerá a la Realidad en sí misma, puesto que el instrumento interpretante estará lejos del virtuosismo necesario para atisbar alturas que aún no le competen por sus evidentes insuficiencias.

   Dedique tiempo al establecimiento de la virtud interior. Dote su carácter, así como sus palabras y acciones de un peso vibratorio evolutivo. Entonces abandónese sin reaccionar y permítase experimentar sin esperar nada a cambio. Hasta entonces sólo será un madero en medio de un inmenso océano a merced de los elementos, que le llevarán de aquí para allá.

   El médium canalizador debe encontrar su propio equilibrio interior que le dote de la suficiente libertad para adentrarse en la interpretación vibratoria de la Realidad. Pero lo que sí debe quedar claro es que hasta que no se establezca la iluminación espiritual del mísmo, toda interpretación llevará una desviación de la Realidad, pues sólo hay una de Verdad.

   Como ya hemos tratado, la iluminación sobreviene cuando la puerta del alma está ya abierta, es decir, ya no hay fricciones que importunen el libre discurrir vibratorio de kundalini en nuestro ser. La entrega es ya manifiesta y el espíritu gana una libertad que le impulsa a ascender.

   Deje hacer, préstese a la moderación en todo lo que emprenda y, por su puesto, no espere nada que le pueda "atar" al resultado de tales empresas. Si se entrega ganará en libertad de movimientos, y su alma encontrará una puerta abierta por la que aventurarse. Deje hacer y nada más.

   

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