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jueves, 2 de febrero de 2012

RELIGIÓN E IDOLATRÍA - RITOS Y LITURGIAS, ILUSIONES DE LA MENTE QUE NOS LIMITAN EN NUESTRO ENTENDIMIENTO ESPIRITUAL.

   Desde tiempos inmemoriales, el hombre ha percibido la necesidad de dirigirse hacia algo más elevado, hacia esa fuente que gobierna y reconduce todo lo que le rodea. De esta suerte han surgido todo tipo de religiones, que establecen distinto ritos, más o menos rígidos, para la consecución de unos u otros favores por parte de lo alto o divino.

   Así, a lo largo de los siglos se han ido estableciendo distintos ritos religiosos, que condicionan y coartan el libre discernimiento del hombre. Éste ha intentado traer lo divino al mundo de la eterna ilusión de la tierra, con la consiguiente pérdida de sutileza.

   Estos ritos han ido evolucionando y estableciéndose en el subconsciente colectivo, como si de una memoria genética se tratara, perturbando sobremanera la percepción de la Realidad espiritual.

   Grandes maestros y avatares han descendido entre nosotros con la misión de guiarnos por el sendero del espíritu. Nuestro Padre se ha manifestado haciéndonos partícipes de nuestra verdadera esencia Yo Soy el que Soy. Sin embargo, el hombre casi siempre desvirtúa el mensaje, estableciendo toda clase de liturgias que encadenan la Luz generada por los maestros.

   Tengamos presente que allá donde esté nuestra atención, ahí estaremos nosotros. De esta suerte, no nos esclavicemos a liturgias o ritos religiosos que limiten nuestra visión de la Realidad. No postulemos nuestra atención en ídolos o imágenes creadas por el hombre desde su condicionamiento mental. Liberémonos de todo eso, seamos como los pájaros que vuelan reconfortados en su propia existencia, y sin preocuparse por el alimento, el Padre los sustenta por su entrega.

   El espíritu no conoce de imagen o sexo que le condicione. Los grandes avatares o maestros que han encarnado entre nosotros por voluntad divina, han tomado una forma carnal adecuada a las circunstancias. Sin embargo, no nos engañemos, ya que esa es su forma más grosera, y no obedece a la inmensa Realidad de su sutileza espiritual.

   En el caso de las religión católica, se establece una marcada tendencia a la idolatría de toda suerte de santos sin fundamento alguno, ya que algunos de estos aún son esclavos de la reencarnación. Luego, ¿qué clase de energía estamos llamando a manifestarse?. Tengamos presente que los altares del hombre casi nunca se corresponden con los del Padre.

   ¿Y qué ocurre con las imágenes de Jesús sufriendo toda clase de vejaciones y torturas?. ¿Acaso creen que ese es el mensaje que nos trasladó Jesús, el maestro de los maestros?. ¡Tamaña manipulación de la Verdad!. Una vez más la iglesia, para someter y manipular al hombre, ensombrece la esencia de perdón y misericordia de nuestro amado maestro Jesús.

   Jesús es el Cristo, manifestación viva del amor del Padre, que dio su vida para recobrarla, estableciendo así un camino de salvación para que pudiéramos disolver nuestros karmas. Jesús está vivo, el es la Vida y el Camino. Con su resurrección puso de manifiesto su grandeza, dejando patente que la muerte no existe para el espíritu.

   La imagen que debemos tener de Jesús es la que percibamos a través de la oración, y en mayor medida, la derivada de la meditación contemplativa. Desterremos de una vez las imágenes físicas: fotografías, estatuas, películas, etcétera, que no hacen sino producir en nosotros alteraciones energéticas en nuestro sistema sutil. De esta manera seguimos siendo presa del movimiento pendular de los extremos opuestos: unas imágenes nos transmitirán alegría y otras por el contrario nos conducirán al llanto y al lamento.

   Escapemos ya por fin de la opresión de la mente y ¡no toleremos que nos gobierne a su antojo!. No pongamos la atención en las cosas de la tierra, que son reflejos muy alejados del Espíritu Creador. Hagamos un ejercicio de introspección, y entreguémonos a nuestra Madre interior (kundalini) para que nos conduzca al Padre Creador.

   Él nunca nos engañará, y si somos capaces de sujetar el dominio de la mente, habremos dado un paso de gigante en nuestra conquista de los cielos del reconocimiento espiritual. Él espera que pongamos nuestra atención en el sello que dejó impreso en todos nosotros: Yo Soy el que Soy. No busquemos más, está aquí...tan cerca, como que contamos con su misma naturaleza. ¡Somos su viva imagen espiritual!.

 



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